Minneapolis, MN – En la ciudad de Guatemala, una niña llamada Amalia encontró su norte en la cocina de su abuela materna. Desde muy pequeña, Amalia Moreno-Damgaard se vio rodeada por los aromas y sabores que su abuela creaba con amor y dedicación. No lo sabía entonces, pero esos momentos serían los que darían forma a su vida y a su identidad como hispana.
Amalia recuerda con claridad los días en que ayudaba a su abuela en la tienda del mercado, un espacio lleno de vida, colores y productos esenciales. No eran solo días de trabajo, sino días de aprendizaje, donde su abuela, una mujer fuerte y recta, le enseñaba el valor del esfuerzo y el poder de la comida. “Ella era mi estrella norte,” dice Amalia, refiriéndose a la guía constante que su abuela sigue siendo en su vida, incluso muchos años después de su partida.
Cuando Amalia se mudó a Minnesota, la distancia no disminuyó la presencia de su abuela en su vida. De hecho, fue en ese nuevo país donde Amalia encontró un renacimiento de su amor por la cocina. Los recuerdos de las comidas simples pero saludables que preparaba su abuela la llevaron a recrear esas recetas, a veces solo para sentirse un poco más cerca de su hogar y su cultura.
“Extrañaba la cocina, extrañaba las tradiciones,” dice Amalia. Esas ausencias se convirtieron en la chispa que encendió su pasión por la cocina, llevándola a preservar y compartir las recetas de su abuela con futuras generaciones. En su despensa, los frijoles negros nunca faltan, un símbolo de la cocina guatemalteca y un recordatorio de las comidas en familia que tanto añora.
Para Amalia, la cocina no es solo una forma de alimentar el cuerpo, sino también un medio para mantener viva su cultura y herencia. Con cada platillo que prepara, ya sea un simple sofrito o una elaborada sopa, ella rinde homenaje a su abuela y a todas las mujeres que, como ella, encuentran en la cocina un refugio y un lugar de conexión con sus raíces.
En su hogar en Minnesota, Amalia continúa explorando y adaptando las tradiciones culinarias que su abuela le inculcó, y las lleva a nuevos públicos a través de sus libros y enseñanzas. Para ella, cocinar es un acto de amor, uno que espera que su hijo y las futuras generaciones continúen practicando.
Amalia sabe que la verdadera esencia de la cocina no está en los ingredientes exóticos ni en las técnicas sofisticadas, sino en el amor y la pasión que se pone en cada plato. Y en su corazón, siempre habrá un lugar especial para su abuela, su estrella norte, quien le enseñó que la cocina es mucho más que preparar comida: es preservar el alma de una cultura.
Por Michel Cros