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El Sonido de la Aspiradora y lo que Nunca me Enseñaron Sobre Crecer   

El ruido de la aspiradora me transportó, sin aviso, a la casa de mi abuela. A esa sala pequeña en Lima, donde el zumbido constante marcaba las mañanas y donde yo, niña curiosa, observaba desde un rincón. No era solo el sonido: era la escena completa, la manera en que ella movía los muebles, ordenaba los cojines, pasaba el trapo para borrar cualquier rastro de desorden. Era un ritual que, de adulta, entiendo como mucho más que limpieza: era la manera en la que mi abuela, como tantas mujeres de su época, buscaba pertenecer, ser valorada y evitar la vergüenza o el juicio social. 

Crecí muy cerca de ella. Y aunque nunca me dijo con palabras cómo debía ser, su manera de vivir me enseñó silenciosamente que el valor de una mujer estaba en cuánto hacía por los demás, en cuán impecable era la casa, en cuán poco ruido hacía su propia incomodidad. Aprendí que equivocarse era un riesgo, que el desorden, en la casa y en la vida debía ocultarse rápidamente antes de que alguien lo notara. 

Nadie me enseñó, en esos años, que había otra forma de crecer. No conocía la idea de que el error podía ser un puente y no una amenaza. No sabía que había algo llamado mentalidad de crecimiento

La mentalidad de crecimiento es como un par de lentes que nos permite ver los retos y dificultades como oportunidades de aprendizaje, en lugar de fracasos. Se trata de adoptar una perspectiva en la que cada obstáculo se convierte en una posibilidad para mejorar, fortalecer nuestras habilidades y desarrollar resiliencia. Este concepto fue popularizado por la psicóloga Carol Dweck, quien demostró que las personas que creen en su capacidad para aprender y mejorar tienen más éxito en diversas áreas de la vida. 

Hoy, como madre, terapeuta y mujer adulta, reconozco cuánto me hubiera cambiado la vida si hubiera aprendido desde niña que el error no era algo que había que esconder. Que fallar no significaba que yo no era suficiente, sino que estaba en proceso de aprender, crecer y descubrir. Me tomó muchos años, libros y anos de limitaciones, entender que el valor propio no se construye a partir del perfeccionismo, sino de la práctica constante de aprender y desaprender. 

Escuchar el ruido de la aspiradora aquella mañana me recordó que muchas de nosotras heredamos mensajes invisibles sobre el esfuerzo, la perfección y el miedo al fracaso. Pero también me recordó que podemos romper ese ciclo. Podemos enseñarnos a nosotras mismas, y a las generaciones que vienen detrás, que el crecimiento no ocurre cuando todo está limpio y ordenado, sino cuando nos permitimos el desorden y fluidez del aprendizaje. 

Una invitación: Hoy te invito a observarte. La próxima vez que cometas un error o enfrentes un desafío, pregúntate: ¿Cómo puedo ver esto como una oportunidad para crecer? ¿Qué me está enseñando esta experiencia? Quizás, como yo, descubras que detrás del ruido de las expectativas y los miedos, siempre hubo espacio para aprender a vivir diferente. 

Aviso Importante 

La información compartida en estas cápsulas de salud mental refleja las ideas del autor y enfoques personales para promover el bienestar y la salud mental, y no representan necesariamente el punto de vista de esta estación, su administración o afiliados. Estas cápsulas tienen como único propósito proporcionar ideas útiles e informativas de carácter general. No constituyen un reemplazo para el tratamiento profesional, la terapia o el asesoramiento especializado. 

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