Minneapolis, MN – Validar nuestras emociones: La clave para procesar y transformar nuestras experiencias
Hace unos meses, mi hijo tuvo una experiencia que me hizo reflexionar profundamente sobre la importancia de validar nuestras emociones. Había hecho planes con un amiguito para ir a su casa después de la escuela. Para ello, debía abordar un autobús diferente al que usualmente tomaba. Ya lo había hecho antes sin problemas, pero ese día, el conductor le negó el acceso porque no tenía un pase especial. Mi hijo tuvo que regresar a su autobús habitual y volver a casa, frustrado y enfurecido.
Cuando llegó, yo aún no estaba en casa. Al regresar, lo encontré visiblemente alterado: estaba llorando, enojado, indignado. No solo estaba molesto con la situación, sino también con nosotros, sus padres, por no haber estado allí para llevarlo a la casa de su amigo. Su rabia era intensa, y su frustración lo desbordaba.
En ese momento, sentí el impulso automático de minimizar su malestar con frases como “Ya pasó, todo está bien” o “A veces estas cosas suceden”. Sin embargo, me di cuenta de que lo que mi hijo realmente necesitaba no era una solución rápida ni que le restara importancia a lo que sentía, sino alguien que simplemente lo escuchara y validara su experiencia.
Respiré hondo y me concentré en acompañarlo. En lugar de apresurarme a cambiar su estado emocional, le permití expresar su enojo, su tristeza, su frustración. Lo miré, lo escuché sin interrumpir, sin juzgar. Cuando finalmente se sintió escuchado, su propio cuerpo buscó una manera de descargar la rabia que aún sentía. Me dijo que quería boxear.
En casa tenemos guantes y un saco de boxeo, así que lo dejé hacer lo que necesitaba. Durante varios minutos golpeó con fuerza, liberando toda la tensión acumulada. Cuando terminó, se giró hacia mí y dijo: “Ya me siento mejor”. Después de haber transitado su emoción, su mente estaba lista para reflexionar sobre lo que había pasado. Hablamos de lo útil que fue reconocer su enojo y canalizarlo de una manera que le ayudó a sentirse mejor.
No siempre lo hacemos bien, y eso está bien
Ahora, con esta historia no quiero dar la impresión de que siempre respondo de la mejor manera cuando mis hijos tienen emociones intensas. La realidad es que también tengo muchos momentos en los que me he apresurado a corregir sus emociones, diciéndoles que no deberían sentirse así o tratando de convencerlos de que no es para tanto. Y sé que no soy la única.
Ser padres es un aprendizaje constante, y muchas veces actuamos desde la inercia, repitiendo patrones o reaccionando en automático sin darnos cuenta. No siempre tenemos las herramientas o la claridad para responder de la mejor manera, y eso es completamente normal. No somos padres perfectos, somos padres reales. Y como padres reales, tenemos aciertos y desaciertos.
Lo importante no es hacerlo bien siempre, sino recordar que validar las emociones de nuestros hijos (y las nuestras) es un proceso. A medida que aprendemos a hacerlo con nosotros mismos, podemos modelarlo para ellos.
Lo que nos dice la neurociencia sobre validar nuestras emociones
Este episodio con mi hijo es un claro ejemplo de cómo la validación emocional y el procesamiento adecuado de nuestras emociones nos permiten encontrar maneras saludables de gestionarlas. Desde la neurociencia, sabemos que cuando las emociones intensas no son reconocidas ni procesadas, el cerebro entra en un estado de secuestro emocional, donde la amígdala –el centro de alerta del cerebro– toma el control y activa respuestas de lucha o huida. En este estado, nuestra capacidad de pensar con claridad y encontrar soluciones se ve reducida.
Sin embargo, cuando nos permitimos sentir y expresar lo que nos sucede, se activa la corteza prefrontal, la parte del cerebro encargada de la regulación emocional, la toma de decisiones y la empatía. Este proceso nos ayuda a autoregularnos, permitiéndonos encontrar maneras más efectivas de gestionar el malestar.
Un estudio de UCLA liderado por Matthew Lieberman demostró que simplemente poner en palabras lo que sentimos reduce la actividad de la amígdala y aumenta la activación de la corteza prefrontal, lo que nos ayuda a sentirnos más calmados y en control. Es decir, cuando validamos nuestras emociones en lugar de suprimirlas, el cerebro responde de manera más adaptativa y nos permite gestionar mejor las situaciones difíciles.
Estrategias para validar y procesar nuestras emociones
A menudo, como adultos, nos enfrentamos a emociones fuertes y no sabemos qué hacer con ellas. Nos enseñaron que debemos “ser fuertes”, “no llorar”, “superarlo rápido”. Pero la verdad es que todas las emociones tienen una función, y aprender a transitarlas en lugar de evitarlas es clave para nuestra salud mental. Aquí hay algunas estrategias basadas en la neurociencia que pueden ayudarnos:
1. Nombrar la emoción: Identificar lo que estamos sintiendo y decirlo en voz alta o escribirlo ayuda al cerebro a procesarlo mejor.
2. Validar sin juzgar: En lugar de minimizar o reprimir lo que sentimos, aceptemos la emoción tal como es. Todas las emociones son válidas, aunque algunas sean incómodas.
3. Practicar la respiración consciente: Técnicas como la respiración diafragmática pueden ayudar a activar el sistema nervioso parasimpático, promoviendo la calma.
4. Mover el cuerpo: Actividades físicas como caminar, correr o incluso boxear –como hizo mi hijo– pueden ser herramientas poderosas para liberar la tensión emocional.
5. Buscar apoyo: Hablar con alguien de confianza y sentirnos escuchados fortalece nuestra resiliencia emocional.
Conclusión
Validar nuestras emociones no significa quedarnos atrapados en ellas, sino permitirnos sentirlas para poder procesarlas de manera saludable. Cuando nos damos el espacio para reconocer lo que sentimos, nuestro cerebro nos ayuda a encontrar maneras efectivas de manejarlo.
Esa tarde, mi hijo no solo aprendió una lección importante sobre la frustración, sino que también fortaleció su capacidad para afrontar emociones difíciles en el futuro. Y yo, como madre, reafirmé que antes de apresurarnos a calmar o corregir una emoción, debemos dar el primer paso: escuchar y validar.
Pero también quiero recordarme –y recordarles a ustedes– que esto no siempre es fácil ni lineal. Habrá días en los que nos salga bien y otros en los que nos equivoquemos. En esos momentos, necesitamos autocompasión. Porque al final del día, la crianza no se trata de ser perfectos, sino de ser lo suficientemente conscientes para seguir aprendiendo y creciendo, junto a nuestros hijos y junto a nosotros mismos.
Las emociones como el miedo, la incertidumbre y el coraje son respuestas naturales ante lo desconocido. En lugar de ignorarlas o rechazarlas, debemos aprender a aceptarlas sin juicio. Aunque puede ser difícil, la validación emocional nos ayuda a evitar que estas sensaciones se intensifiquen y nos abrumen.
Pasos para validar nuestras emociones
1. Reconocer y aceptar lo que sentimos
Pregúntate: ¿Qué es lo que siento en este momento? Es normal sentir miedo o enojo, pero no debemos permitir que estas emociones nos dominen por completo. Recordarnos este mensaje es clave para manejar mejor nuestro bienestar emocional.
2. Anclarnos en el momento presente
Para evitar que nuestra mente divague y se quede atrapada en pensamientos negativos, podemos practicar la técnica de los cinco sentidos:
- Nombra cinco cosas que ves.
- Nombra cuatro cosas que puedes tocar.
- Nombra tres cosas que escuchas.
- Nombra dos cosas que hueles.
- Nombra una cosa que saboreas.
Otra forma de enfocarnos en el presente es a través de la respiración consciente:
- Inhala durante cuatro segundos.
- Retén el aire por cuatro segundos.
- Exhala lentamente durante seis segundos.
- Repite el proceso cinco o seis veces.
3. Construir pequeñas certezas a través de rutinas
Las rutinas nos dan estabilidad en momentos de incertidumbre. Dormir a la misma hora, tener horarios para las comidas, practicar actividades relajantes o que nos generen alegría pueden ayudarnos a manejar mejor el estrés y la ansiedad.
4. Buscar apoyo y conexión emocional
Compartir nuestras emociones con alguien de confianza nos ayuda a procesarlas mejor. Sin embargo, es importante evitar caer en la repetición constante de pensamientos negativos, ya que esto puede reforzar el malestar en lugar de aliviarlo.
Validar nuestras emociones no significa dejarnos arrastrar por ellas, sino reconocerlas, aceptarlas y encontrar estrategias para manejarlas con equilibrio.
Aviso Importante
La información compartida en estas cápsulas de salud mental refleja las ideas del autor y enfoques personales para promover el bienestar y la salud mental, y no representan necesariamente el punto de vista de esta estación, su administración o afiliados. Estas cápsulas tienen como único propósito proporcionar ideas útiles e informativas de carácter general. No constituyen un reemplazo para el tratamiento profesional, la terapia o el asesoramiento especializado.
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Por Ana Mariella Rivera