Hay momentos en los que veo a mis hijos atravesar ansiedad o miedo, y aunque sé que es parte natural del crecimiento, hay una pequeña parte de mí que quisiera tener una varita mágica.
No para eliminar su ansiedad , sé que esas experiencias les enseñan habilidades que necesitarán para la vida, sino para poder aliviar esos momentos difíciles tanto para ellos… como para mí.
Porque lo cierto es que también yo tengo mis propios momentos de ansiedad.
Y a veces, su malestar activa el mío.
Sostener la calma en esos momentos no siempre es sencillo, pero ha sido uno de los aprendizajes más profundos en mi camino como mamá, y también como terapeuta.
A lo largo de estos años he aprendido que la ansiedad no es un enemigo que debemos combatir, sino un proceso de crecimiento que podemos acompañar.
Y que el mejor apoyo que podemos ofrecer a nuestros hijos no es una solución rápida o un consejo inmediato, sino herramientas de conexión, regulación y amor.
Hoy quiero compartir contigo algunas de esas herramientas que en mi experiencia y en la de muchas familias que acompaño, pueden hacer una gran diferencia.
Respirar juntos: un puente hacia la calma
Cuando un niño está ansioso, su cuerpo se acelera, su respiración se vuelve cortita, su mente imagina peligros.
Y en medio de esa tormenta, la respiración puede ser una ancla poderosa.
Un pequeño ejercicio que me gusta usar es invitar a los niños a imaginar que sostienen una flor en una mano y una vela en la otra:
“Inhala oliendo la flor… exhala soplando la vela.”
Es sencillo, es visual, y ayuda a devolverle al cuerpo un ritmo de calma.
Reconectarse con el cuerpo: volver a casa
En la ansiedad, los niños (como los adultos) a veces se desconectan de su propio cuerpo.
Por eso, guiarlos en un breve escaneo corporal es tan poderoso.
Les pregunto:
“¿Cómo sienten sus pies? ¿Su barriga? ¿Sus manos? ¿Su corazón?”
El objetivo no es “corregir”, sino ayudarlos a habitar sus cuerpos de nuevo, a saber que pueden estar en su cuerpo incluso en momentos de incomodidad.
Grounding de los cinco sentidos: regresar al presente
Otra estrategia que usamos mucho es reconectarnos con el aquí y el ahora a través de los cinco sentidos.
Cuando veo que uno de mis hijos empieza a perderse en la ansiedad, lo invito a observar:
¿Qué ves?
¿Qué escuchas?
¿Qué hueles?
¿Qué puedes tocar?
¿Qué puedes saborear?
Este pequeño ejercicio ayuda a que su atención salga de los pensamientos ansiosos y regrese a la realidad segura del presente.
Imaginar una burbuja protectora: fortalecer su refugio interno
La imaginación de los niños es un recurso natural que podemos enseñarles a usar también para proteger su bienestar emocional.
Los invito a cerrar los ojos e imaginarse dentro de una burbuja mágica.
Dentro de esa burbuja todo se siente tranquilo, fuerte y protegido.
Lo bueno puede entrar, y lo que asusta rebota y queda fuera.
Es una imagen sencilla que pueden llevar con ellos a donde sea que vayan.
Ritual de conexión: sembrar memorias de amor y fuerza
Antes de un momento difícil (un examen, una separación, una experiencia nueva), creamos juntos un pequeño ritual.
A veces es un abrazo largo acompañado de un susurro:
“Este abrazo lleva mi fuerza contigo.”
O ponemos nuestras manos en el corazón, respiramos dos veces y decimos:
“Estoy seguro. Estoy acompañado.”
Son actos pequeños, pero profundamente simbólicos.
Anclas emocionales que nuestros hijos pueden recordar cuando más las necesiten.
Acompañar no es eliminar o rescatar
Finalmente los dejo con el recordatorio que acompañar a nuestros hijos en su ansiedad no significa evitar que sientan miedo o tristeza.
Significa enseñarles que su mundo interno es habitable.
Que sus emociones ,incluso las incómodas, no son peligrosas.
Que tienen la capacidad de sostenerse, de regularse, de atravesar sus propias tormentas.
Y que, sobre todo, no están solos.
Cada vez que respiramos con ellos, que los ayudamos a reconectarse, que les enseñamos a habitar sus emociones, estamos sembrando resiliencia en su corazón.
Una importante sabiduría, para nosotros como padres y para nuestros hijos, es afirmarnos que la vida se habita no desde el control o la eliminación del malestar, sino desde la presencia, la conexión y el amor.
Por Ana Rivera
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