¿Cuál es el abordaje que como padres nos puede ayudar?
Desde que me convertí en mamá, y también desde mi rol como psicoterapeuta, he aprendido algo que, aunque suena sencillo, me ha transformado profundamente: nuestros hijos no necesitan que eliminemos su ansiedad, necesitan que los acompañemos a atravesarla.
No siempre lo supe. Como muchas madres, he sentido ese impulso de querer quitar el malestar, de resolver rápido, de buscar palabras mágicas que apaguen la angustia. Pero con el tiempo y la experiencia, fui comprendiendo que esa urgencia, aunque nace del amor, a veces puede dejar a nuestros hijos con el mensaje equivocado: que la ansiedad es algo malo o peligroso, algo que hay que evitar a toda costa.
En mi trabajo y en mi vida, he encontrado una imagen que me ayuda a recordarlo: la del invernadero.
En el campo de la psicología y la crianza, se ha utilizado ampliamente la metáfora del jardín o del invernadero para hablar del rol de los adultos en el desarrollo infantil. Esta metáfora nos recuerda que, más que moldear a nuestros hijos como carpinteros tallando una figura, nuestra tarea es cultivar las condiciones para que florezcan desde su autenticidad, como una planta que crece en un ambiente con estructura, calor y cuidado.
Pero el invernadero no es solo una imagen bonita. Es un concepto que nos ayuda a visualizar cuál puede ser el abordaje más efectivo para acompañar a un hijo que está atravesando un episodio de miedo, ansiedad o temor.
Y lo más poderoso es que este mindset, este abordaje interno que cultivamos como madres y padres, es ya una forma de enseñanza emocional para nuestros hijos. Ellos no solo escuchan lo que decimos; sobre todo, observan cómo reaccionamos. Si respondemos desde la calma, desde la confianza y la presencia, les estamos transmitiendo un mensaje profundo: esto que estás sintiendo es manejable; no estás solo; tienes dentro de ti la capacidad de atravesarlo.
Cuando adoptamos el greenhouse mindset, nos posicionamos internamente desde un lugar de crecimiento, posibilidad y conexión. Esa postura, aunque a veces silenciosa, genera un impacto enorme en la forma en que nuestros hijos experimentan su ansiedad. Les estamos enseñando, con nuestro ejemplo, que las emociones no tienen que ser evitadas, que pueden ser sostenidas, exploradas, acompañadas.
Desde mi experiencia como madre y terapeuta, esta imagen del invernadero me ha acompañado una y otra vez. No es una metáfora que yo haya inventado, pero sí una que he hecho mía, porque me ayuda a explicar de manera sencilla algo profundo: que nuestro rol no es evitar el dolor emocional, sino sostener el espacio para atravesarlo juntos.
Cuando hablamos de ansiedad infantil, este enfoque se vuelve esencial. La ansiedad no siempre es señal de peligro. A veces es simplemente parte del crecimiento. Es natural sentir ansiedad cuando enfrentamos algo nuevo, cuando algo nos importa, cuando no sabemos qué va a pasar. Lo importante no es evitar que nuestros hijos sientan ansiedad, sino enseñarles que pueden sentirla… y que no están solos.
A veces, acompañar significa simplemente estar ahí, con presencia y sin juicio. A veces es ayudarles a ponerle nombre a lo que sienten. O recordarles que ya han atravesado momentos difíciles antes. O sentarnos a su lado mientras respiran profundo. Es ese tipo de presencia amorosa, constante y confiada la que convierte el hogar en un invernadero emocional.
Y no, no siempre vamos a tener la respuesta perfecta. No siempre vamos a reaccionar con calma o decir lo ideal. Pero cuando sostenemos esa intención, la de ser suelo fértil para su crecimiento emocional, les damos un regalo que va más allá de resolver el momento: les enseñamos a confiar en sí mismos, en su capacidad de sentir y sanar.
Como jardineros emocionales, nuestro rol no es crear un ambiente perfectamente controlado, sino preparar a nuestros hijos, poco a poco, para que, en su debido momento, puedan salir al mundo real con raíces fuertes, flexibilidad ante los cambios y la confianza de que podrán adaptarse. Así como una plantita que, luego de fortalecerse en el invernadero, ya está lista para florecer en un entorno más incierto, nuestros hijos también pueden desarrollarse emocionalmente hasta convertirse en adultos resilientes capaces de enfrentar la vida con entereza y conexión interna.
Al final del día, no podemos garantizar una vida sin ansiedad para nuestros hijos, pero sí podemos ofrecerles un vínculo donde se sientan seguros, vistos y acompañados, y ayudarlos a desarrollar las herramientas internas para atravesar los momentos difíciles, especialmente cuando las emociones se vuelven grandes.
Por Ana Rivera
Aviso Importante
La información compartida en estas cápsulas de salud mental refleja las ideas del autor y enfoques personales para promover el bienestar y la salud mental, y no representan necesariamente el punto de vista de esta estación, su administración o afiliados. Estas cápsulas tienen como único propósito proporcionar ideas útiles e informativas de carácter general. No constituyen un reemplazo para el tratamiento profesional, la terapia o el asesoramiento especializado.
Si tú o alguien que conoces necesita asistencia personalizada o apoyo profesional en salud mental, te animo a buscar orientación de un profesional calificado y con licencia. Como autora de estas cápsulas, renuncio a cualquier responsabilidad por riesgos o daños—profesionales, personales o de otro tipo—que puedan surgir de la aplicación o interpretación de la información proporcionada.